Viajamos al año 1579. En ese año, el capitán Rodrigo Salinas, ante notario, y ante la presencia de un centenar de frailes mínimos, realizaba la donación de una pieza que desde ese momento iba a pasar a convertirse en la joya de la corona del patrimonio sentimental utrerano. Regalaba a la Virgen de Consolación, el famoso barquito de oro y cristal de roca.